Hace algunos ayeres me cité con mi contraparte en una cafetería para hablar sobre un asunto que nos cruzó en el camino. He de contar que pensé que era un hombre experimentado en el tema legal, un viejo lobo de mar en estas aguas del litigio.
Recuerdo que el día acordado llegué treinta minutos antes para esa cita. Esperé y medité, primero en el tiempo, un tema que bien aprendí en la facultad por aquella profesora que tanto argumentaba y a veces sancionaba: “un abogado no llega tarde” ya que no solo es una virtud, es una carta de presentación. Conforme pasaba el tiempo pude recordar lo segundo que me enseñaron en la facultad y era el tema de la paciencia, “la paciencia corona reyes”... algo que bien me dejaba meditar sobre el tiempo y entender que, hay veces que esperar te deja digerir la información del tema a tocar.
Pasaba el tiempo y mi contraparte no llegaba a la cita como bien habíamos acordado. Condicionando su presencia a asistir solos, sin socios, para poder platicar sobre el asunto que nos tenía vinculados llegó, sin embargo, acompañado. En mi cabeza sólo pensé en la aparente desventaja del hecho de estar en sus dominios y enfrentarlos yo solo. Al verlos, observé a una persona mayor, no de edad avanzada pero sí un abogado que posiblemente podía ser de la vieja escuela. A su lado un señor ya grande de canas y un bigote que hacía suponer que su edad reflejaba sabiduría.
Se sentaron y comenzó la charla. Mi contraparte quería información de mi propia boca, quería saber los secretos que tenía en mi asunto. Buscó intimidarme poniendo en sus palabras flores sobre su carrera estudiantil y profesional. Joven yo, pero no ignorante, solo callé y analicé; nada nuevo en mi mundo me mostraban. Comparaban mi edad contra su experiencia, amenazaban con tirar mi asunto y acabar con mi cliente el cual era la víctima en ese momento.
Conforme avanzaba la plática, salió a relucir el tema de nuestros honorarios y fue ahí cuando hizo la analogía: que los despachos y abogados son como tacos. Haciendo una comparación prejuiciosa dijo que si mi cliente me contrataba, yo tenía que cobrar mis honorarios tan bajos como los de cualquier abogado con bajo conocimiento y poca experiencia; comparó mi trabajo con unos tacos sobrevalorados y de baja calidad. Respondí a viva voz que el abogado es como una muy buena taquería donde el cliente se lleva un buen sabor de boca, a un buen precio y con una experiencia única por la calidad de los ingredientes, el sazón, higiene, el lugar y la atención del servicio. El abogados es, no solamente los tacos en la legalidad, si no que vende una experiencia única pues ofrece lo que tiene: preparación, experiencia, ética, compromiso y honradez. Por tanto un abogado que trabaja con profesionalismo, bien puede darse la dicha de ponerle precio a su trabajo como él se valore, sin embargo, siempre dará un precio justo, pues cobrar más no significa trabajar mejor.
Mi cliente asistió a mí porque como en una muy buena taquería, se llevó un buen de sabor de boca a un buen precio. Su asunto legal se ganó gracias a las autoridades y a sus abogados que armaron una excelente carpeta de investigación. Fue ahí donde mi contraparte pidió disculpas, pero ya era tarde porque el día de la audiencia no solo dio un mal papel como la defensa, si no que mi juventud y experiencia les enseñó que los abogados son como los tacos que en su momento comparó: ahora yo comparé mi trabajo, experiencia y respaldo de mi despacho, con unos tacos de renombre en la CDMX.
Los detalles que hacen la diferencia en la experiencia y satisfacción del cliente, derivan en que se vuelvan tus clientes y te recomienden, además paguen sin reparo por el precio que vale tu labor. Es por eso que hoy en día, siempre hay que tener en cuenta que los abogados tienen que dar eso que el cliente busca: nosotros los abogados damos lo mejor de nuestra carrera para seguir siendo los mejores tacos de la ciudad.
Autor: Abogado Marlon Diupotex
Editor: Maira Hurtado
Mi admiración y respeto para estos abogados que no solo se comprometen en el ámbito de su profesión; cómo cliente me queda claro que más allá de ser el abogado de... son ciudadanos responsables de brindar calidad en sus servicios, comprometidos por la justicia; en algún momento leí que "la honestidad, pocas veces deja dinero, pero si mucho prestigio" y ellos lo están aplicando al no ser el típico abogado que solo se fija beneficio económico a costa de las desventuras o necesidades de las personas, por mi parte agradezco la confianza que han generado en mí, sigan conservando su honradez, integridad y veracidad ya que su profesión requiere valentía y coraje.